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JESÚS NOS ENSEÑA A AMARNOS: LOS MANDAMIENTOS II

“Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?” Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como “el único Bueno”, como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”. Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 19, 16-19) (2052. Catecismo de la Iglesia Católica).

Desde el antiguo testamento, había sido anunciado el Hijo del Hombre, Jesús, quien con su ejemplo de vida y amor infinito al Padre, nos muestra que es a partir de ese mismo amor que confrontamos nuestras propias debilidades. Así construiremos una nueva humanidad aliada al Señor a través del poder del servicio y al amor desprendido de intereses particulares. 

 

Por ello, es fundamental no solo leer la palabra del Señor, sino descubrir el mensaje que a través de ella nos hace para construir la mejor forma de vivir, en donde reconozcamos que el orgullo que busca tener el poder sobre el otro, nos aleja del amor del Padre,  mientras que la humildad nos permite fortalecer nuestra relación con él. De ahí, que el tercer mandamiento (Santificar las fiestas), sea una de las maneras en que reconozcamos y celebremos el amor infinito del Señor, quien nos ha mostrado su desprendimiento al sacrificar su vida por nosotros y resucitar para demostrarnos que es con su propia sangre que derrota a sus enemigos y nos invita a permanecer en este amor incondicional con Dios, por ello cuando santificamos las fiestas, lo que hacemos es celebrar la resurrección del Señor y la gracia que trae a nuestra vida, contar con su amor infinito.

En el primer Mandamiento, la invitación principal es a Amar al Señor, esta palabra "amar", es mostrar ese afecto que le tenemos, y que retribuya el amor genuino que tiene el Señor hacia nosotros desde todos los tiempos de manera incondicional y que no sólo es un sentimiento sino también es acción.   Por ello, la manera en la que trato a los demás, es la forma en la que le demuestro al Señor el amor que le tengo a él mismo. 

Cuando le hacen la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” (Mt 22, 36), Jesús responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 37-40; cf Dt 6, 5; Lv 19, 18). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley:

«En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 9-10) (2055, Catecismo de la Iglesia Católica).

La fe es un acto personal en el que damos respuesta a la iniciativa que Dios nos hace. Cada acto de fe, trae consigo la interacción con otros que a su vez nos acerca al Señor, por eso, la fe no es un acto aislado, sino que nos impulsa a hablar a los demás de nuestra fe.(166, Catecismo de la Iglesia Católica). De tal modo que, al permitir que mi vida se llene de fe, implica que de manera libre permito que el amor del Señor me inunde, transformando el modo de percibir la existencia de cualquier forma de vida, incluyendo la propia, y en donde cada dificultad que se pueda presentar, es la oportunidad perfecta para fortalecernos como personas.  Ello nos conducirá a amar la vida, a respetarla y sobretodo a evitar generar cualquier tipo de daño, recordando que matar no solo se reduce a eliminar al otro, sino también, a respetar sus sentimientos, sus pensamientos, sus opiniones y su forma de estar en el mundo, aún cuando no esté de acuerdo con ello, pues mi actitud y disposición frente al otro da cuenta de mi cumplimiento de este mandamiento en el cual se nos invita a valorar y agradecer que existimos en el mundo.

Uno de los mayores retos al que nos invita Jesús, es a que en nuestros actos cotidianos, podamos dar cuenta de sus enseñanzas, de su amor y servicio al otro, pues ello nos permite estar en una relación más íntima con él.  Por eso, sin importar si conocemos o no a quien nos rodea, debemos poner a su servicio nuestras habilidades y dones cada vez que sea posible.  Así fortalecemos nuestra convivencia en este hogar común que todos tenemos y llamamos tierra, además de sentir la alegría de ser parte del motivo que genera la felicidad a otro. 

Catequesis Eucaristìa Parroquia Nuestra Señora de Torcoroma © Copyrigth 2021 

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